Por estos años; los hondureños buscan encontrar una inspiración sanadora en la parte del arte popular de otras culturas; y se puede reflejar en el hondureño que está sumido en la música, danza, aeróbicos, pintura, posters, afiches, etc. de subculturas foráneas (sufrimiento por la cultura de bonitos o bonitas).

En muchas instancias, el punto de partida, nos da una sensación de futilidad y de alienación, en cuanto a las ideas racionales del mundo occidental: de su cultivación, de lo material, (el occidente tubo su proceso histórico cultural) por ello lo perfecto y profesional, hasta dentro de los marcos del arte popular actual.

La vitalidad del arte popular se funda en una tradición de mitos y rituales, que por su integración en los sucesos cotidianos, se reflejan a través de la manera, en que un pueblo con su propia cultura práctica sus formas de comunicación y de su vida social. Antes, el arte popular se expresó por la danza, la música, por jugar, cantar y constituyó una parte integral de la vida de los hondureños en días de trabajo y fiestas.

Ahora y desde varios años atrás, muchas personas han cobrado sus necesidades en este campo, por participar en actividades fuera de su contexto cultural Nacional (los resultados es la violencia en sus diferentes niveles que sufre Honduras). Cuando el arte popular se transforma, para ser una parte viva de cada día, donde se integra la tradición en los rituales cotidianos, transmitidos de una generación a otra, dentro de los límites del hogar y de la comunidad, estos elementos incentivos cuando se vuelven en una manifestación que se expresa dentro de los marcos institucionales, oficiales transmitidos por especialistas, entonces se habrá cumplido con una alienación.

El arte popular pierde algo de su magia al ser alejado de su pertenencia natural y pierde su contacto con sus orígenes. Muchas formas del arte tienen el carácter de ser “Objetos de museo” con un pasado estático, pero sin un futuro de desarrollo continuo y sin un contacto íntimo con lo cotidiano. La magia que ha sobrevivido en el arte popular de otras culturas (como la Garífuna), hasta el presente sobrevive, porque el arte todavía mantiene su función social dentro del entendimiento popular.

Cuando menos, una sociedad utiliza la escritura, cuanto más expresa sus mitos y rituales corporales y sensualmente danzados y musicalizados Comunica más lo vivencial. Las mitologías de muchas sociedades se fundan en una antigua base de tradiciones comunes en figuras arquetípicas en la localidad.

Uno de los caracteres o arquetipos que han desempeñado, es la bruja y el dios carnudo, (los euro-centristas los califica de paganos), siempre sobrevivieron y hoy día se presentan en nuevas formas.

En muchas culturas, la bruja sigue desempeñando un papel polifacético. En Honduras fue reducida a un representante arquetípico de todas las emociones e inclinaciones que son excomulgadas por la sociedad o por las iglesias, pero siempre existirán en las sombras profundas del sub-consciente de cada individuo.

En el pasado no muy lejano persiguieron a las brujas, así como siguen persiguiéndolas en Honduras en el nombre de Dios. Muchas personas perdieron sus vidas en la hoguera por sus fuerzas mágicas o como chivos expiatorios por los aspectos sombríos de la sociedad. Exterminada nunca fue; vive en todos nosotros. Si esto se expresa por nuestros deseos de buscar lo mágico del legado de otras culturas, o si se expresa por la caza del perro cochino o por ser víctima de nuestras angustias, vergüenzas y temores frente a lo ajeno, seguimos quemándola en las hogueras.

Una piedra brutalmente incrustada en la gran cuenca vacía del espacio, solo llega a ser verdaderamente una cumbre cuando por obra del hombre se convierte en una prominencia del mundo y adquiere el espacio de desvanecer los horizontes y de poblar el espacio de nuevas alturas y otras metas que alcanzar.

En ese marco la cultura es también una montaña que debe de ser alcanzada y convertirla en un gran mirador alzado frente al espectáculo del mundo, si se quiere que no sea nada más que una simple piedra muda y estúpidamente amontonada bajo la sombra de la bóveda celeste.

Las observaciones a nuestro contorno idéntico ya es un lugar común de señalar el actual estado crepuscular de las conciencias, de modo que, es algo redundante insistir además, sobre la forma turbia e imprecisa con que, en general son discriminados y excluidos los diversos valores espirituales que integran el acervo cultural de los pueblos.

Semejante situación, no es, desde luego muy alentador. Pero ello no justifica el total abandono de toda esperanza de la escala descentrada de esos valores y mucho menos el desentendimiento de todo propósito que tienda a arrojar una luz sobre los espíritus sumergidos en medias tintas frente a una noche que amenaza disolvernos en el marco globalizante, de las tinieblas de la pérdida de los principios básicos de una propia cultura. Una de las finalidades fue la creación de este Centro para revalorar y rehabilitar los valores culturales Garífunas.

La “Civilización cruje bajo bárbaras presiones y se espera del Centro que surja un pensamiento como mecanismo que logré disipar la atmósfera que envenena peligrosamente a Honduras, que con el tiempo se volverá irremediable.

La fortaleza que necesitamos para confrontar las tinieblas que nos acecha en el camino como la globalización en donde se extinguirán las culturas de los pueblos, hemos abrazado las venas de la historia cultural de nuestros abuelos.

Es el legado ancestral, que nos servirá para captar el sentido de la vida y recaudar las experiencias de la humanidad.

Es el legado de la sabiduría, que nos servirá para los principios básicos normativos, para la conducta humana.

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